Si en la década anterior llenábamos las páginas de nuestras revistas con las fusiones de los grandes grupos y las adquisiciones y absorciones de pequeñas empresas por parte de las multinacionales, el fenómeno actual es el contrario. Los grandes grupos racionalizan sus estructuras y ya no luchan por el tamaño y la cuota de mercado (una carrera endiablada desde que cayó el muro de Berlín), sino por la rentabilidad. Algunos, puntualmente, con no perder dinero en algún trimestre del año, ya se conforman,
temporalmente hablando, claro, que esta situación es insostenible para los
grupos que tienen que rendir cuentas a sus accionistas anónimos, en la bolsa. Ahora vemos que algunas fábricas pequeñas de los grupos multinacionales están volviendo a ser independientes, a menudo compradas por sus propios empleados o directivos, como alternativa al cierre. Y los grupos grandes siguen adelgazando estructuras. Algunos están volviendo a un volumen similar al de hace 10 ó 15 años, aunque con un negocio modificado. El pánico que ha causado la tormenta financiera ha pasado, dejando paso a la “habituación”, pero el re-ajuste de la economía mundial sigue activado, implacable como la rueda de la Administración de Hacienda cuando revisa una declaración de impuestos. A pesar de los varios centenares de miles de personas afectadas por expedientes de regulación
de empleo (EREs) en Europa, se aprecia un desánimo resignado entre la clase trabajadora, pero no se aprecia una excesiva tensión social. Los planes de jubilación anticipada y las ayudas de los estados a las personas en paro amortiguan, por ahora, el desempleo en esta región.
El trabajador que permanece en la empresa, más que nunca debe ser consciente de la importancia que tiene su rendimiento y de que la empresa puede prescindir de cualquiera de sus empleados. El capital humano, el mayor bien de la empresa (cuando está bien formado, es flexible, está motivado y es rentable), sigue siendo necesario, pero es más vulnerable, volviendo hacia atrás. El cabo de la cuerda, tensado hasta ahora por el trabajador, vuelve a estar en manos de la empresa. De nuevo vemos los ciclos. La rueda sigue girando.En el sector, el movimiento es permanente. Hemos visto cómo los proyectos estratégicos de una empresa, a veces por falta de financiación, acaban en manos de otras, como está siendo el caso de Ence con su proyecto de Uruguay. Y la rueda sigue : Una fábrica de celulosa que en la reciente tormenta de cierres de fábricas había dejado de
producir, se vuelve a poner en marcha, como es el caso de la fábrica de celulosa de fibra larga de Domtar, en Maine. Esta planta, Woodland Pulp Mill, tiene una capacidad cercana a las 400.000 tm/año y permanecía cerrada desde el pasado 5 de Marzo, debido a la falta de demanda y a los precios bajos del producto. Ahora, el grupo ha vuelto a llamar a su plantilla y ha decidido reabrirla. La razón es que tras la continua escalada de los precios de la celulosa en los últimos 4 meses y debido a la importante reducción de stocks motivados por los cierres anteriores, la compañía espera que
vuelva a ser rentable. Y puede que lo sea si las demás fábricas de celulosa cerradas no deciden hacer como Domtar.
Mientras tanto, China sigue asomando la nariz en la industria global y forzando cambios en la estructura de los negocios. Como muestra de la importancia que este país está adquiriendo en la industria Europea, ya se pueden leer en Chino algunas páginas webs de empresas del sector papelero, entre las cuales Metso, Andritz, UPM Forest Life, y otras, tradicionalmente escritas en idiomas europeos, además del inglés, que es,
desde hace tiempo, aunque no se sabe hasta cuando, “lingua franca”, sustituyendo al francés, que lo fue en su día, y dejándonos la lección implícita de que ninguna grandeza es permanente.